El sablazo a los guionistas y la mordaza sumisa
La Comisión Nacional de
la Competencia en España ha impuesto una sanción de 29.700 euros al
sindicato de guionistas ALMA "por la elaboración y publicación de
recomendaciones colectivas sobre los precios cobrados por los
guionistas." La esencia del "razonamiento" oficial: atenta contra la
libre competencia del mercado.
¿Cuál es el efecto real que estos baremos han tenido sobre el mercado audiovisual y su competencia? Ninguno.
A
lo largo de los años, ninguna productora ni cadena televisiva se los ha
tomado en serio, jamás. Tampoco los guionistas, que han ido rebajando
sus honorarios habituales hasta reducirlos a niveles inferiores a los
que se pagaban hace 15 años. Solo un porcentaje ínfimo de guionistas -el
más reconocido- alcanza a cobrar las otrora tarifas recomendadas que
han costado los casi 30.000 euros de multa.
La paradoja es que la
realidad plasma lo contrario de lo que se quiere hacer creer. La libre
competencia en el mercado audiovisual ha estado y está gravemente
amenazada, pero no por los guionistas.
El estudio titulado "Los
Guionistas en España" realizado en 2004 llevado a cabo por la Fundación
Autor y ALMA, y que un servidor tuvo el placer de coordinar junto con
Agustín Díaz Yanes, José Luis Acosta y Rubén Gutiérrez del Castillo,
puso de manifiesto que eran las productoras las que, en un porcentaje
desgarrador, esgrimían conductas que podrían parecer susceptibles de ser
tachadas de monopolistas, por atentar no ya a la libre competencia sino
a la directa supervivencia del colectivo de guionistas. Concretamente,
de forma constante se movían guiones sin contratos de opción, se
encargaban guiones y escrituras sin contrato ni cobro, se supeditaban
los cobros a variables inciertas no dependientes del trabajo del
guionista (rodaje, estreno...), y algunas lindezas más.
¿Cosa del
pasado? Un segundo estudio titulado "La escritura de guion en España",
llevado a cabo por la Fundación Autor y FAGA, y coordinado también por
Rubén Gutiérrez del Castillo así como por los guionistas Inés París,
Henrique Rivadulla, Josep Penya y Carlos Molinero, entre otros, ha sido
presentado el pasado día 9 de noviembre. Basado en el anterior, el nuevo
estudio ha puesto de manifiesto que poco han cambiado las cosas. Por
ejemplo, la cifra de guiones que se ceden sin contraprestación económica
sigue siendo alarmante: el 65,4%. Esta situación de trabajo no
retributivo o a fondo perdido afecta a 13 de cada 20 guionistas. Solo un
27,7 es retribuido gracias a un contrato de opción y solo un 5% es
retribuido gracias a un contrato de guion.
¿Por qué existe una
situación masiva de trabajo profesional no retribuido y la
Comisión Nacional de la Competencia no hace nada al respecto? ¿No es
acaso este abuso masivo el que debería estar bajo el microscopio de los
señores que supuestamente deben salvaguardar la libre competencia? ¿Cómo
es que en lugar de investigar esa imposición de mercado, se da un
sablazo a las gargantas de quienes aconsejaban al guionista que no se
dejara aplastar por una situación de explotación decimonónica?
Esta
conducta generalizada de trabajo no retributivo o a fondo
perdido impuesta a casi el 66% del colectivo de guionistas, ¿no es
sospechosa de haber sido pactada entre las productoras? ¿Cuál es la
lógica del mantenimiento de tal postura unánime entre tantos
productores, cuando en otros sectores de la escritura es común y
razonable práctica el contrato de opción?
La penosa situación del
guionista impuesta por las prácticas en el mercado audiovisual, no acaba
aquí: el 70,4% de los guionistas afirma que los ingresos en los tres
últimos años se han reducido significativamente (30,5%) o apenas ha
tenido ingresos (39,9%). Solo el 16,3% de los guionistas tiene un sueldo
fijo. En el último año, el 45,8% de los guionistas profesionales no ha
obtenido ningún ingreso, y el 39% reconoce haber trabajado sin el marco
de un contrato.
Y la pregunta es: ¿es ese el guionista que atenta
contra la competencia poniendo en jaque a productoras y cadenas
televisivas? ¿Es ese el guionista que amenaza contra la libre
competencia en el mercado?
Peor gag no se ha podido concebir hasta el momento.
Pretender que
los guionistas somos quienes dinamitamos la competencia, los malos de
la película, los responsables de la situación de deterioro que vive el
audiovisual es patético. ¿Pero qué es esto? ¿necedad ciega o vomitivo
sarcasmo?
Entonces, si la influencia real de los baremos ha sido
nula, ¿por qué el ensañamiento? ¿Por qué posicionar como víctimas a
quienes han esgrimido los fusiles y posicionar a los guionistas como
unos peligrosos verdugos de la competencia?
La Comisión parece que no ha tenido en cuenta que - como reza el comunicado publicado por ALMA en su web -
"las leyes que fueron creadas para proteger a los consumidores de los
monopolios y los abusos de las grandes empresas se utiliza para atacar a
los sindicatos". ALMA hace una observación muy cabal. Eso es un verdadero sinsentido... y potencialmente peligroso.
Sin
embargo, hasta el momento y sorpresivamente, pocos se han atrevido a
opinar al respecto. Entre ellos, el cienasta Manuel Gutiérrez Aragón que
manifiesta:
"Es de suponer que esa ley en favor de la competencia,
se inventara para controlar las grandes corporaciones – de telefonía,
luz, transportes, compañías de televisión –, pero no contra el hecho de
que los asalariados se organicen para evitar ser explotados. ¿O sí? ¿Se
inventó precisamente para controlar a los que osan oponerse a los
sueldos establecidos a la baja por el uso, la costumbre y la fuerza?..."
Ante la situación, ALMA se defiende y aclara sus buenas intenciones:
"En
ningún caso tuvimos la intención de pactar precios ni imponerlos al
mercado. Se trataba de unas tarifas genéricas recomendadas a nuestros
afiliados, que en repetidas ocasiones, y por simple desconocimiento, nos
hacían llegar sus dudas respecto a lo que se debe cobrar por un guion".
Pero
¿basta con declarar las buenas intenciones y callar? ¿Vamos a ponernos
una sumisa mordaza para no molestar? ¿O vamos a dar una respuesta real a
lo que verdaderamente pensamos que es este último delirio dentro del
culebrón del cine español? Esto no es una respuesta que deba dar un solo
sindicato. Esto es una respuesta que debemos dar el conjunto de
guionistas, es una respuesta que debe dar el 100% del colectivo, sea
afiliado de ALMA o del GAC, de DAMA o de SGAE. español o argentino,
mexicano o chileno, porque esto NOS AFECTA A TODOS. Esto es un atropello
a los autores, por mucho que lo haya hecho una Comisión en nombre de no
sé que leyes de la competencia, porque la actuación no se alínea con la
justicia ni con la realidad. Y encima nos trata de memos: " a callar,
que podría ser peor."
Así que... ¡quitémonos las mordazas! ¡Es
hora de no amedrentarse! ¡Es hora de decir que no somos nosotros quienes
amenazamos la libre competencia sino que son otros los que imponen
conductas a sus miembros, dignas de mil multas por atentar contra ella!
¿Pruebas? ¿Papeles? ¡Bien! ¡Encotrémoslos! ¡Desempolvémoslos!
Siendo
aún miembro de la Junta Directiva de ALMA, recuerdo que leí copia de
una circular de una entidad muy concreta representante de productores
(que no era FAPAE, aclaro) y que nos llegó anónimamente. En ella, se
daban instrucciones a sus miembros (productores) para que ninguno de
ellos firmara un contrato con un guionista si este no renunciaba, en el
contrato, a los derechos del DVD que legalmente le pertenecían. ¿El
resultado de esa circular? Según datos del reciente estudio apenas un
20% de guionistas se reserva los derechos de reproducción y distribución
para uso doméstico. No porque no quiera. No le dejan.
Esa
renuncia FORZADA a raíz de un acuerdo entre los miembros del mercado
contratante (productores) e impuesta al conjunto de contratados
(guionistas) ¿atenta o no atenta contra la libre competencia?
Ese
acuerdo, del que hay constancia por escrito, ha sido impuesto
forzosamente durante años y años al colectivo de guionistas del mercado
audiovisual español, y ni sindicatos ni asociaciones han sabido o podido
quebrar la voluntad homogeneizada de imponer esa realidad. Al menos,
hasta el momento.
No estamos hablando de intangibles sin pruebas
específicas como en el caso de otras prácticas sufridas por lustros,
como la de trabajo sin contrato y gratuito, o la disposición de guiones
sin contrato de opción. En este caso, había instrucciones escritas que
circularon.
Entonces... ¿será ya hora de tirar del mantel? ¿Será
la hora de decir BASTA? ¿O seguiremos sufriendo humillaciones, callando,
y celebrando necesarios congresos de consuelo pero sin dar un solo paso
hacia la verdadera ACCIÓN que cambie las cosas?
Un gran número de
productores tiene mucho que callar. No solo debido al abuso de mercado
que han impuesto sobre los guionistas y otros colectivos sino por la
manera alternativa de sobrevivir a los abusos que han sufrido ellos
mismos por parte de otras entidades. En ningún caso de los guionistas.
Eso es una mala broma.
Sin embargo, es sabido que los productores
también han sido víctimas de competencia desleal en la mayoría de los
países. ¿Acaso no es competencia desdeal lo que sucede cuando en las
mismas manos se concentra el poder de producción, distribución y
exhibición? Competencia tan desleal que llevó a que el propio gobierno
de los EEUU aplicara en su casa la ley anti-trust, a las mismas
multinacionales se las saltan a la torera en otras partes del mundo.
Aunque
no haya multas ni sentencias, ¿quién no sabe que el productor tiene
frente a si a un coloso que apenas le deja competir en una rendija de
mercado, porque acapara el resto a través de la concentración de
poderes?
Pero los productores, pocas veces han tenido las narices
de batallar para probarlo. Una de ellas fue en Argentina, con "Luna de
Avellaneda". Se probó que las prácticas monopolistas de las
multinacionales estadounidenses forzaban la salida de salas a películas
nacionales, aun si rendían más que el producto extranjero. Simplemente
porque eran los "dueños" del mercado y les interesaba que fuera así. ¿Es
que esto no es una práctica monopolista? ¿Y no es común en la mayoría
de los países? Todos sabemos la respuesta. En Argentina, provocó un
cambio de ley.
Por supuesto, nada hay que reprochar a las
películas extranjeras que gustan al público. Muchos nos encontramos
entre los que disfrutamos con el cine estadounidense. Pero ¿qué pasa
con todas esas películas que acompañan a las que nos gustan, que no
despiertan el más mínimo interés en el público y que impiden que otras
películas autóctonas tengan un espacio mayor donde competir? ¿Qué pasa
con esas similares a las que permanececieron en exhibición en
Argentina cuando sacaron a "Luna de Avellaneda -aun rindiendo más que
ellas-, como sucede análogamente en tantos otros países?
Contra
eso, las Comisiones de la Competencia en España, no han hecho nada. ¿Por
qué? ¿Más facil atacar a un indefenso guionista con nula influencia
sobre el mercado que a unas poderosas multinacionales? Seamos sinceros:
desde el punto de vista de la competencia ¿quién hace más daño al
productor: las recomendaciones de ALMA o la concentración de poderes de
las multinacionales? ¿Y quién merma más la libre competencia: el
guionista con sus recomendaciones o los productores con su exigencia de
renuncia a derechos que nos corresponden, a través de instrucciones
escritas?
Las razones por las que la mayor parte de
las productoras españolas no se ha rebelado contra esa realidad
injustamente aplastante que pone en jaque la libre competencia en las
salas cinematográficas, no son difíciles de intuir. Su claudicación, su
postura de avestruz no conflictiva, su venda ante el peligro que la
concentración de poderes de las multinacionales supone a la libre
competencia, es una alternativa más cómoda que rebelarse. Especialmente
si se tienen chiringuitos financieros y fórmulas "alternativas " para
seguir sobreviviendo.
¿Pero no fue acaso esa política de
supervivencia pusilánime a costa de enfrentarse a los más débiles y
sacar brillantez a la ingeniería de las finanzas lo que ha llevado al
desastre al cine español?
El chiringuito servía comida podrida. De
los 150 platos cocinados, 120 (por ser generosos) iban destinados al
cubo de la basura. Se cobraban con ingenio digno de guionista, pero
nadie los consumía. Ni siquiera se presentaban en el menú. Y ahora que
se ha dejado de pagar por los platos no consumidos, los cocineros se
alarman: ¡vamos a tener que cerrar! Demasiado tiempo cocinando con peste
a basura.
Así que ahora la frustración de algunos se desahoga
contra los guionistas. No sería de extrañar que pronto tuviéramos que ir
marcados no con una estrella de David, sino con un cartelón que diga:
"Causante de la ruina del mercado audiovisual español por atentar contra
la libre competencia". Mientras, los monopolios extranjeros y las
prácticas chiringuiteras locales de ingeniería financiera, absueltas de
toda culpa y responsabilidad. Celebrando con martinis, los florecientes,
y descargando con patadas a nuestros hígados los impactados por la
realidad del momento.
Resumen: la Comisión de la Competencia no
investiga la concentración de poderes que existe en el sector del cine y
que perceptiblemente impide competir libremente. No ve peligro en ello.
La Comisión de la Competencia tampoco investiga el acuerdo unánime de
los productores a imponer una renuncia forzosa al DVD a los autores
(incluidos los directores). Ni al acuerdo tácito de no pagar contratos
de opción por disponer de guiones (salvo excepciones). No ve peligro en
ello. Mucho menos se pregunta por qué en una misma ciudad el precio de
las entradas de cine es prácticamente uniforme. No hay hipótesis de
pacto por tan sospechosa homogeneidad que atenta contra el consumidor.
Nada de lo dicho parece ser digno de investigación por parte de ese
organismo.
En su lugar, la Comisión de la Competencia investiga
y multa a los guionistas por pretender establecer un freno al abuso al
que vienen siendo sometidos, por hacerlo a través de la orientación
sobre honorarios de lo que debería cobrar un guionista. ¡Eso sí pone en
peligro al sistema!
Lo curioso del caso es que parte de la
presunción de la Comisión podría, en cierto modo, ser CIERTA: el
guionista podría poner en peligro el sistema. Si se uniera y plantara
cara. Porque la industria audiovisual depende del guionista, por mucho
que se algunos se afanen en ponerle la mordaza y darle de cogotazos para
mantenerle inconsciente de su valor. Y si el guionista no tiene derecho
a orientar sobre baremos, sí lo tiene a otros mecanismos para denunciar
la situación. ¿La huelga? Por ley, pero demasiado utópica. El 62% de
los guionistas son autónomos.
¿Pero es que la huelga es el único
medio? ¿Es que no existen las manifestaciones, las llamadas a los
periódicos, los escritos a los ministerios, las declaraciones a prensa, y
tantos otros resortes...? ¿No somos quienes creamos la vida y la muerte
en las historias, los magos de la pluma y las emociones, los que
sabemos conectar con el mundo y sus pasiones, los que infundimos vida a
quien le hace falta y contagiamos de sueños a quien lo necesita?
Si no
respondemos, si callamos, si nos conformamos, si somos pusilánimes, no
saldremos de donde estamos aun teniendo la razón. La única salida es
calentar nuestras gargantas, afilar los lápices, y poner en escena una
épica.
Más allá de los 600 miembros de las asociaciones y
sindicatos de guionistas en España, hay centenares de profesionales no
afiliados dispuestos a expresarse. Miles, en el mundo hispanohablante
que no están de acuerdo con esa demolición de nuestros derechos. Nuestro
don es la capacidad de esgrimir la palabra y no costaría nada apuntar
con centenares de flechas de tinta y papel, denunciando esta
determinación injusta. Tan solo hace falta señalar un objetivo, en lugar
de callar.
¡Es hora de vencer la comodidad, porque hay demasiado
en juego! Asociaciones y sindicatos deben desempeñar su papel y
liderar esta acción, pero si no lo hicieran, más que soportar su
inercia, tendríamos que plantearnos de qué manera nos vamos a hacer
escuchar para no permitir más esta tomadura de pelo: con contundencia y a
escala internacional.
Es, pues, tiempo de reflexión. No tiempo de
olvido, ni de conformismo. Es tiempo de escribir lo que esta situación,
que nos afecta, nos suscita en nuestro interior. Hoy mismo. Sin demora.
Y con el escrito en la mano, estar preparado para lanzarlo al mundo
cuando suenen las campanas de la acción.
Nuestra supervivencia y
dignidad como creadores del audiovisual, ni más ni menos, es lo que está
en juego. Nuestra pluma, la mejor arma.
Valentín Fernández-Tubau
15/11/2012 21:00:39